Las 17 cabezas colosales que marcaron el inicio de los descubrimientos olmecas eran gigantescos bloques de piedra basáltica tallada extraordinariamente bien, con alturas desde 1.60 m y 3.50 m y pesos de hasta 50 toneladas. Cada una de las cabezas representaba un rostro diferente y un casco único. Las cabezas eran eso, únicamente cabezas y carentes de un cuerpo, con rasgos de algún tipo de raza que se asemejaba a la raza europea caucásica o la raza negra, mostrada en diversas otras esculturas y que fue influencia a la cultura pre-inca. Lo extraño de estas representaciones era la inexistencia de esta raza en el continente americano Sigue leyendo